VIEJA Y QUÉ?


Como diría la Trabajadora Social Sonia Salamanca la vejez es una etapa más de la vida, al igual que las otras etapas en esta se producen una serie de cambios físicos, sicológicos y sociales. Durante mucho tiempo se ha equiparado vejez, como una etapa de pérdidas. Los imaginarios que se tienen de los viejos y viejas se asocian a inutilidad, en muchas ocasiones no se les reconoce ni su experiencia ni su gran sabiduría.

El envejecimiento es el proceso biológico, psicológico, social y mental, que inicia desde el nacimiento, pasa por la niñez, la juventud, se incrementa en la adultez y vejez y termina en el momento de la muerte.

Retomando la definición dada por la Organización Mundial de la Salud sobre Envejecimiento Activo, se define como “el proceso por el cual se optimizan las oportunidades de bienestar físico, social y mental durante toda la vida, con el objetivo de ampliar la esperanza de vida saludable, la productividad y la calidad de vida en la vejez”.

Cada persona envejece de un modo y a un ritmo diferente. Envejecer bien significa vivir la etapa de la vejez en las mejores condiciones físicas, sicológicas y sociales, se pretende mostrar lo que las personas mayores pueden hacer en su vida cotidiana para vivir esta etapa con el mayor grado de bienestar y salud posibles. Cuidar la salud, vivir bien y sentirse bien.

Las personas en su proceso de vida y a lo largo de su formación y crecimiento identifican los espacios naturales como verdaderos escenarios de vida propia, es así que cada día el trabajo comunitario y familiar debe apostarle a la organización y participación de tejidos sociales básicos para la interacción, solidaridad, cooperación, buscando encontrar en un contexto sencillo, los recursos y dotaciones tanto personales como colectivas para el servicio de quienes en un momento de la vida necesitan del otro.

LAS REDES FAMILIARES.

Las redes han dado la oportunidad a las personas mayores, de satisfacer sus necesidades de pertenencia a un grupo, del intercambio de saberes y habilidades, de dar y recibir ayuda, de fortalecerse y adquirir experiencia; de participar y expresar sus conocimientos. Estas redes han sido el antídoto contra la soledad, la tristeza, el abandono y el aislamiento.

Su característica principal es su nivel de espontaneidad y su organización por intereses comunes. Han sido construidas desde el afecto y les ha permitido hacerse visibles y ser actores en los diferentes escenarios de participación.

En las redes, las personas se encuentran y se dedican a hacer lo que más les gusta; por ejemplo, cada ocho días reunirse, hacer un chocolate, bailar, recitar, pintar, interpretar instrumentos musicales, crear y relatar cuentos, contar chistes, dedicarse a la literatura, la investigación y mil mas sin estar obligado, solo por el gusto de hacerlo.

Es el espacio y el tiempo para que en compañía de otros y de otras, aprendan a ser libres; libres para la contemplación, para enseñar, aportar, soñar, jugar, crear, recrear y encontrarse con sus propios desarrollos espirituales, para rescatar la curiosidad, esa característica atribuible únicamente a la niñez. “Sin nada que ganar o perder, liberados de la esperanza y del temor, descubrimos que tenemos nuevos ojos, si solo abandonamos los viejos hábitos y adoptamos nuevos, si nos volvemos más y más curiosos”.